Acaudalado,
como manto de esgrima y lágrimas,
una mesa dorando mis manos,
dos copas sin cocer la sombrilla,
mi espera,
la muerte,
el silencio,
la humedad.
Ya no vas a estar para amanecer,
ni me voy a reir de tus pijamas.
Hoy no puedo esconderme en telas,
no me hace falta nada de nada, de nada.
Nada a mí me hace más peor
que hacer de cuenta
que ya hemos sido muñequitos,
solos y embraveados,
en una puerta con toros amigos,
de frutas y pueblos,
hasta que el sol de desangre.
Para las noches
es mejor levantar el sombrero:
una por una van cediendo las cosechas,
de tanto en más de cinco gotas misioneras
ya no suelen destaparte y sin arañar
la sombra, de ahora, en más, y ya, venir, torcer, aumentar.
Miro y miro y desprecio a las camitas,
las boletas de luz y los autobuses
porque hoy no me parece querer
ese más torcido mal trecho color de tormenta,
una vuelta sin pasos en Septiembre,
otra oreja que se mezcla para no mirar
y ¿tantas avispas pueden tener cuatro, cinco,
veintinueve comas por su entraña
y no ejercer en sus momentos de gloria?.
No. A veces la gloria no es un supuesto.
Hay veces que yo no me llamo José
porque no me apetecen los nombres tartamudos,
cuando hacía de cuenta que me costaba amarrarte
y dejaba para el aire algunos coches sucios,
olvidaba que no debería sernos amor
por más que te agradezcan los pastores
por haber desvelado a las moscas,
por más que un plato de rabas y legumbres
lo dejes a un costado y me tientes a mostrarte la lluvia.
Nazarena en libros que me fueron muy tramposos,
en castillos que olían a milagro,
yo-no-me-debo-atardecer sin huesos.
(Ese sería mi juego privado).
Hace tiempo crucé aquella puerta,
te sentaste frente mío,
pagué la cuenta
y nunca, pero nunca, te ví sonreír.
Sospecho que algunas trampas
más los maridos que vuelven a la madrugada
y te esperan como Jaime a su florcita,
de esos zonzos estoy curado de migraña.
Aparezco como tinta en la ventana,
me despido sin volverte a besar.
lunes, 31 de agosto de 2015
sábado, 29 de agosto de 2015
Pequeños momentos subterráneos
Por las hachas sin plumas
ni el paseo en bote,
ni la autoacusación de ruinas,
ni el astro porque ríe y se maquilla.
A menudo una pieza de ceibo
y un momentito en ése sofá
yo intento algo en sí
si me devuelven el caso,
si la ventanta se cierra para afuera,
si ya no sé destrozar un planeta.
¿Por qué hay dos con veinte?
si a ésas horas vos, yo, Sofía,
a mí me calientan las venas,
a ver lo que nunca se dice sin mar,
lo que atrapa el silencio
si no te digo "¡vendita!"
vendame las manos
y poneme de nombre Augusto.
Sólo porque detesto Septiembre.
Vas a creer que ahora,
sí, ahora,
ya.
En otro momento, mejor,
una sóla mano me abraza el mundo,
la otra yace en la cocecha
porque hay ruido de truenos
y se me ocurren los días,
las noches,
sorpresas,
y más y nuevos troqueles de poder.
Si la muerta no fuera una agradecida,
soñaría con matarme miles de veces
para no esperar que vengan los invitados:
otra cosa que no soporto
es la misa que forman los vecinos
si no me callo o me abofeteo el rabo.
Puedo envejecer creyéndome escalofríos,
o puedo gritar "¡no soy una palabra-mierda!".
Atestiguo muchas novelas:
te dije que hoy era "Noviembre".
Me acuesto en la puerta,
no te oigo respirar.
Me cuesta transpirar.
Oler.
Llamar.
Vivir.
Soñar.
Empequeñecer.
Masticar.
Dudar.
Morir.
Comenzar.
ni el paseo en bote,
ni la autoacusación de ruinas,
ni el astro porque ríe y se maquilla.
A menudo una pieza de ceibo
y un momentito en ése sofá
yo intento algo en sí
si me devuelven el caso,
si la ventanta se cierra para afuera,
si ya no sé destrozar un planeta.
¿Por qué hay dos con veinte?
si a ésas horas vos, yo, Sofía,
a mí me calientan las venas,
a ver lo que nunca se dice sin mar,
lo que atrapa el silencio
si no te digo "¡vendita!"
vendame las manos
y poneme de nombre Augusto.
Sólo porque detesto Septiembre.
Vas a creer que ahora,
sí, ahora,
ya.
En otro momento, mejor,
una sóla mano me abraza el mundo,
la otra yace en la cocecha
porque hay ruido de truenos
y se me ocurren los días,
las noches,
sorpresas,
y más y nuevos troqueles de poder.
Si la muerta no fuera una agradecida,
soñaría con matarme miles de veces
para no esperar que vengan los invitados:
otra cosa que no soporto
es la misa que forman los vecinos
si no me callo o me abofeteo el rabo.
Puedo envejecer creyéndome escalofríos,
o puedo gritar "¡no soy una palabra-mierda!".
Atestiguo muchas novelas:
te dije que hoy era "Noviembre".
Me acuesto en la puerta,
no te oigo respirar.
Me cuesta transpirar.
Oler.
Llamar.
Vivir.
Soñar.
Empequeñecer.
Masticar.
Dudar.
Morir.
Comenzar.
Helados
Del llanto a la miserable agonía,
sin poder dormir sin frazadas,
esperando querer a la paz,
comentando y negando,
yo, que soy algo de vos,
porque creo en suficientes milagros,
porque habito torbo la prueba.
Pasar entre mensajes, no entorpecer
de amor,
ahora que me agotan todas las preguntas,
y los atajos,
y las barbillas de las luces,
puedo merecer la comida
y sin embargo...
sin poder dormir sin frazadas,
esperando querer a la paz,
comentando y negando,
yo, que soy algo de vos,
porque creo en suficientes milagros,
porque habito torbo la prueba.
Pasar entre mensajes, no entorpecer
de amor,
ahora que me agotan todas las preguntas,
y los atajos,
y las barbillas de las luces,
puedo merecer la comida
y sin embargo...
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)