sábado, 29 de agosto de 2015

Pequeños momentos subterráneos

Por las hachas sin plumas
ni el paseo en bote,
ni la autoacusación de ruinas,
ni el astro porque ríe y se maquilla.

A menudo una pieza de ceibo
y un momentito en ése sofá
yo intento algo en sí
si me devuelven el caso,
si la ventanta se cierra para afuera,
si ya no sé destrozar un planeta.

¿Por qué hay dos con veinte?
si a ésas horas vos, yo, Sofía,
a mí me calientan las venas,
a ver lo que nunca se dice sin mar,
lo que atrapa el silencio
si no te digo "¡vendita!"
vendame las manos
y poneme de nombre Augusto.
Sólo porque detesto Septiembre.

Vas a creer que ahora,
sí, ahora,
ya.
En otro momento, mejor,
una sóla mano me abraza el mundo,
la otra yace en la cocecha
porque hay ruido de truenos
y se me ocurren los días,
las noches,
sorpresas,
y más y nuevos troqueles de poder.

Si la muerta no fuera una agradecida,
soñaría con matarme miles de veces
para no esperar que vengan los invitados:
otra cosa que no soporto
es la misa que forman los vecinos
si no me callo o me abofeteo el rabo.
Puedo envejecer creyéndome escalofríos,
o puedo gritar "¡no soy una palabra-mierda!".

Atestiguo muchas novelas:
te dije que hoy era "Noviembre".
Me acuesto en la puerta,
no te oigo respirar.
Me cuesta transpirar.
Oler.
Llamar.
Vivir.
Soñar.
Empequeñecer.
Masticar.
Dudar.
Morir.
Comenzar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario